23 de agosto de 2012

MEDICOSAS

Para incidir positivamente en la vida de un paciente, debe tenerse presente una serie de presupuestos que
permiten un mejor manejo del acto médico, sobre todo en el primer abordaje:
 
a. El paciente lleva consigo el problema clínico y los datos para su solución por lo cual resulta
indispensable desarrollar las competencias clínicas básicas, sobre todo las habilidades de comunicación,
y la evaluación clínica que se relaciona de manera directa con la habilidad para obtener datos
relevantes por anamnesis y examen físico, datos que se transformarán en la información imprescindible
para la toma de decisiones que permitirán adoptar una conducta que se traduzca en una propuesta de
la solución de los problemas del paciente.

b. En medicina se debe evaluar los procesos más que los resultados, lo que resulta lógico, dado que no
se trata de una ciencia exacta y la práctica diaria se desarrolla dentro del terreno de la incertidumbre,
sin que se pueda llegar a la certeza absoluta, salvo en casos excepcionales. Por ello, el médico debe
desarrollar un método racional que le permita hacer lo que debe lo mejor que puede, sin excederse en
sus competencias (imprudencia), evitando el desconocimiento de lo que se debe saber para practicar la
medicina (impericia) y haciéndose cargo de sus actos (responsabilidad) para no incurrir en negligencia.
Si se demuestra haber seguido un razonamiento lógico y una conducta médicamente aceptada en
concordancia con ese razonamiento, un resultado desfavorable se halla dentro de las posibilidades de
cualquier acto médico y no debería ser juzgado en este contexto como un error. El médico no está
obligado a curar en todos los casos, sino a intervenir con su ciencia y arte para atenuar todo lo
posible la situación patológica que aqueja a la persona enferma.
Conserva plena vigencia el espíritu
del Juramento Hipocrático, en el sentido de ‘curar a veces, aliviar otras veces y acompañar siempre’
 
c. El paciente es un ser humano en situación de vulnerabilidad, por lo que carece de la objetividad necesaria como para justipreciar la relevancia de lo que siente o percibe. Así, uno de los primeros
desafíos que enfrenta el médico es el de ‘convertir a unidades objetivas’ ese discurso interior e íntimo que puede estar, con derecho, impregnado de matices que sólo percibe quien está o se siente enfermo (en general, para las persona que acuden a la consulta, sentirse enfermos o estar enfermos significa exactamente lo mismo). Este proceso de ‘traducción’ implica la necesidad por parte del médico deconocer no sólo las bases de la conducta humana, sino de poseer la capacidad de definir de manerarápida y precisa el modo de comportarse y de reaccionar del propio paciente como individuo ante lasituación que lo aflige, interpretando tanto el lenguaje verbal como el no verbal, en cuanto a lo que lapersona enferma nos dice, nos quiere decir y no nos dice o directamente niega. 
Estos tres elementos del discurso pueden ser incluso, si se tiene la capacidad, ser considerados como signos clínicos que pueden adquirir gran relevancia a la hora de definir un caso.
 
d. El paciente rara vez tiene un solo problema clínico, lo que significa que van a ir surgiendo diferentes
situaciones durante la interacción médico-paciente y dependiendo de las habilidades, capacidades y
competencias del médico y de la predisposición del paciente a intervenir en el proceso de diagnóstico y
manejo de sus problemas. No debe inferirse que lo que relata el paciente con mayor detalle, fluidez y
persistencia sea el problema principal o incluso el que más lo afecta porque con ese comportamiento
de centrarse en una situación determinada, intenta (se supone que de manera inconsciente) desviar la
atención del médico para que éste no perciba la verdadera razón de la consulta. Mientras más problemas se detecten por parte del médico, mejores posibilidades de proponer una solución integral a la realidad patológica del paciente existe porque de una u otra manera, los problemas del paciente se relacionan entre sí