9 de diciembre de 2012

Se necesitan líderes clínicos antes que gestores.

la implantación de la gestión clínica como modelo en el que se pretende implicar al profesional en la gestión, es uno de ellos. Su implantación ha sido objeto de un movimiento pendular de ida y vuelta, con experiencias de éxito que suceden a momentos de inercia y de bloqueo y sin que el conjunto del sistema se vea realmente afectado por el cambio.

Por lo general, son experiencias que destacan precisamente por su singularidad, sin que lleguen a afectar la "línea de flotación", las reglas de juego. Muchas veces se trata de viejos proyectos con caras nuevas, "nuevos trajes" con hábitos semejantes.

El modelo que predomina es el que trata de trasladar a los profesionales los valores y las técnicas "clásicas" de la gestión: el control, la jerarquía, la motivación extrínseca, los incentivos, la competencia,..etc.  Los "contratos de gestión clínica" son un compendio de estos principios. Son valores y técnicas que dejan por el camino a los que no "se apuntan", un colectivo de profesionales que no se identifican con la organización, que prefieren "dedicarse a lo suyo". No importa en qué medida se progresa, puesto que precisamente su éxito se cifra en esta diferencia y ésta es también la prueba de su fracaso.
La gestión clínica es un buen modelo, pero, por este camino, será difícil que acabe siendo "el modelo". Para empezar, habría que cambiar el chip y no conformarse con trasladar a la Unidad de Gestión Clínica las herramientas, los métodos y los comportamientos propios de la Gerencia. Se deduce que uno de los mayores obstáculos para que la gestión clínica se imponga como sistema de relaciones, como forma de comportamiento, son los propios gerentes.