9 de julio de 2013

Las trampas de la experiencia

Parece de sentido común pensar que la competencia mejora con la experiencia. Es verdad que muchos médicos van mejorando a lo largo de su vida profesional pero otros, especialmente en atención primaria donde la práctica clínica se hace en condiciones de relativo aislamiento, no lo hacen e incluso la calidad de su actuación se puede ir deteriorando con el paso del tiempo.
Ericsson (1) cree que la sobreutilización del razonamiento automático y de las heurísticas puede ser al menos en parte la causa de ese estancamiento o incluso disminución de la competencia de los clínicos lo largo de su vida profesional y puede que incluso para aquellos que siguen progresando en su competencia, estas estrategias no contribuyan a incrementar la rapidez de su progreso sino incluso retardarlo. Este autor piensa que los clínicos alcanzan un nivel satisfactorio de práctica rápidamente y que tienden a mantener este nivel con esfuerzo decreciente y sus acciones se van convirtiendo en automáticas. En ese momento el clínico alcanza el nivel de “competencia inconsciente”.
El problema es que cuando esta competencia se hace automática, no esta bajo control consciente, no es accesible a análisis crítico y por lo tanto no es posible un esfuerzo deliberado de mejora. Ericsson matiza esta afirmación y defiende que la mayoría de los expertos no actúan de forma completamente automática sino que retienen la capacidad de reflexionar sobre sus acciones. Esto constituiría la fase de “competencia reflexiva”. Epstein et al (2) por otra parte, alertan de estos riesgos y propone el cultivo de determinados hábitos mentales que conllevarían el fomento de esta “competencia reflexiva”.
Por lo tanto, como educadores clínicos nuestra tarea es que los aprendices, no renuncien al uso del “reconocimiento de patrones” sino que sean conscientes de sus peligros y que retengan una capacidad de reflexión sobre las potenciales consecuencias del curso de acción seleccionado mediante el cultivo de determinados “habitos mentales” (uno de estos ha sido resaltado en el artículo de este mismo número “Las ventajas de la mirada fresca”) que pueden ayudarles a mejorar su capacidad perceptiva sobre los datos y a promover una reflexión más productiva que les lleve a minimizar los efectos perniciosos del tentador y demasiado frecuente “cierre prematuro”.